El 4 de octubre se celebra el Día del Bollo de Canela (en sueco, kanelbullens dag; en finlandés, korvapuustipäivä) que se celebra anualmente en Suecia y Finlandia. Es un día temático anual creado en Suecia y Finlandia y que fue instituido en 1999 por Kaeth Gardestedt, y hoy se disfruta en el resto del mundo. El propósito de la celebración es aumentar la atención sobre la tradición repostera sueca, con un enfoque particular en ellos. Este día se promociona a través de carteles publicitarios en tiendas y cafés. Los bollos de canela también se presentan en eventos comunitarios entre suecos en Nueva Zelanda y en la Iglesia de Suecia en el Extranjero. La mayoría de las celebraciones oficiales de comida son eventos menores que reciben poca atención, pero la adopción sueca del Día del Rollo de Canela ha sido inusualmente popular. Según el etnólogo sueco Jonas Engman de la Universidad de Estocolmo, la popularidad se debe en parte a una crisis de identidad nacional ligada a la globalización y la migración, que ha provocado que las personas valoren cosas que les recuerdan rasgos positivos de años pasados. Fué en en Suecia donde se horneó por primera vez. Este dulce es invitado de honor en las mesas nórdicas. Un sueco de media llega a comer más de 300 rollos al año y es tal la devoción que le tienen que desde 1999 en el calendario marcaron el día 4 de octubre para dedicárselo entero. Una costumbre que inauguró el Hembakningsrådet (Consejo de Repostería Casera) para celebrar la tradición existe en el país en torno a sus bullar o bollos y en especial su kanelbullar o bollo de canela, que ya ha cumplido 100 años.

Hacia mediados de 1700, reposteros del norte de Europa comenzaron a experimentar con masas mantecosas para dar con formulas muy exitosas. Con los años, los franceses le dieron forma, los holandeses comenzaron a freírlos en aceite y los alemanes acabaron elaborando un bollo enrollado con azúcar y pasas que bautizarían como schenecken y que sirvieron de base a los suecos para dar con el cinnamon roll tras añadirles canela alrededor de 1920. Sri Lanka fue el lugar de nacimiento de esta afrodisíaca especia, según historiadores culinarios y hace 2000 años viajó hasta Europa gracias a las rutas de comercio que establecieron los Romanos. Siglos más tarde se convertiría en el ingrediente clave para que el resultado de estos rollitos sea doblemente redondo.

En el siglo XX, cuando suecos y alemanes emigraron a Estados Unidos llevándose la receta consigo, llegó el resurgir de los bollitos propiciado por el efectivo marketing americano, que es capaz de convertir cualquier cosa en moda (y más si es comestible). A diferencia de los nórdicos, a los que se les suele añadir un poco de cardamomo para potenciar ese aroma tan característico, los americanos se caracterizan por ir coronados con un generoso chorro de sirope o icing. En Haga, un pueblo de Gotemburgo, se elabora el cinnamon roll más grande hasta la fecha, conocido como hagabullar, tiene alrededor de 30 diámetro y su aspecto es parecido al de una ensaimada mallorquina. Las guerras fueron tiempos convulsos para la repostería y trajeron cambios consigo. La Gran Guerra trajo pobreza y no estaba el horno para bollos; el azúcar y la mantequilla eran artículos de lujo y durante un tiempo estos bollos pasaron a un segundo plano. Pero tras la Segunda Guerra Mundial un periodo de prosperidad comenzaría en Suecia propiciando el resurgir de estos dulces en pastelerías y cafeterías y convirtiéndolos en la estrella de cultura fika.

LAS FIKAS CON BUEN ROLLO

La fika hace referencia a una costumbre sueca que reúne a la gente, con amigos, en familia, durante el trabajo, para tomar el café y acompañarlo con pasteles. Un coffee break que los de Suecia se toman muy en serio, pues es parte de su idiosincrasia y hasta algunos dicen que la clave de su felicidad.

Michael Heath, un profesor de Estocolmo, sentía que cada vez que iba a casa de su abuela a hacer una fika: “me hacía extremadamente feliz cuando horneaba cinnamon rolls”. Una costumbre que no descuidó con la edad y que ha seguido cumpliendo sobre todo en el trabajo, donde además de socializar, puedes llevarte un dulce a la boca. “En Suecia (en la escuela) nos gusta tener un descanso sobre las 10 con el resto de profesores, en el que nos reunimos y hacemos la fika”, cuenta el profesor Heath.