Hoy rendimos homenaje a San Honorato pues el 16 de mayo celebramos su día como patrono de los panaderos. San Honorato fue el tercer obispo de Amiens (Francia) en el siglo VI, luego de que San Beat, su maestro y guía espiritual, falleciera. Honorato (nombre latino que significa «persona a la que se honra por sus merecimientos») nació en Port-leGrand, en Pothieu, y fue miembro de una familia religiosa y honorable. Murió en su ciudad natal el 16 de mayo del año 600. Aseguran los historiadores que, durante su consagración, sucedió un hecho asombroso en donde los asistentes vieron descender sobre su cabeza un rayo divino y un aceite misterioso. Cuando en su casa paterna se supo la noticia de que había sido proclamado obispo, su ama, que se encontraba cociendo pan, muy incrédulamente dijo que sólo creería aquella nueva si la requemada pala para hornear que tenía en la mano echaba raíces y se convertía en árbol. Se dirigió al patio de la casa y plantó la pala, y fue así como ésta se convirtió en una morera que pronto dio flores y frutos.
Desde entonces, floristas y panaderos se disputaron el Santo patrón. Honorato señalaba a los molineros y a los panaderos como sus protegidos. Por eso, frecuentemente en las imágenes y reliquias aparece con una pala de panadero en la mano. En países como Francia, España, Italia, Argentina y Perú es común ver, como todos los 16 de mayo, panaderos, molineros y comerciantes de harinas realizan una procesión en la que recorren las calles llevando panes para ofrendar a su santo.
El panadero Renold Theriens, en el año 1202, regaló en París terrenos para construir una capilla en su honor, y su panadería llegó a ser una de las más ricas de la ciudad. En 1400, los panaderos de París establecieron su cofradía en la iglesia de San Honorato, celebrando desde entonces su fiesta patronal el 16 de mayo y propagando su devoción por todo el mundo.
No es de extrañar que se dedique un día especial a tan importante profesión, ya que ser panadero es ser artesano, artista, generoso y bondadoso, pues sus manos y su imaginación crean productos que son el alimento de millones de familias alrededor del mundo. La labor del panadero es incansable, por eso es un arte que se trasmite generación tras generación. Era tan grande esta devoción, que en 1659, Luis XIV precisa que cada panadero «debe observar la fiesta de San Honorato, asistir el día 16 de mayo al servicio divino y pagar todos los domingos una retribución para subvenir a las expensas de la comunidad».
Aunque no en todos los países católicos los panaderos rinden culto a San Honorato, no cabe duda que el 16 de mayo será siempre el día en que los panaderos festejen su patronazgo.