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ARGENTINA: UN EJEMPLO DE SOLIDARIDAD E INTEGRACION EN UNA PANADERIA

En San Juan, una ciudad del interior de Argentina un grupo de Jóvenes con discapacidad consiguieron su primer trabajo en una panadería y sueñan con abrir un café literario. Una idea que nació como un sueño de padres y jóvenes neurodivergentes en San Juan y es el primer proyecto de una cooperativa que apuesta a la inclusión laboral, la autonomía y la economía social. En pleno centro de la ciudad, una panadería abrió sus puertas y, en ese acto, también despertó una esperanza concreta de inclusión, igualdad y trabajo digno. Se trata de “Santa Josefina”, la primera cooperativa de trabajo de esa provincia integrada por personas con discapacidad y sus padres. El proyecto nació del impulso conjunto de la Comisión de Justicia y Paz del Arzobispado de San Juan, la Universidad Católica de Cuyo y diversas áreas del Ministerio de Familia y Desarrollo Humano de la provincia.

La panadería  “Santa Josefina” abrió oficialmente sus puertas y allí, seis jóvenes neurodivergentes —con Síndrome de Down o Trastornos del Espectro Autista— comenzaron su primer empleo formal, acompañados permanentemente por una terapista ocupacional y por una persona de apoyo en el local. Son seis jovenes los protagonistas de esta historia de inclusión y esfuerzo. Atienden al público, manejan tareas administrativas, participan en la organización del espacio, se capacitan día a día y aprenden las rutinas de cualquier otro trabajador. La panadería abre de lunes a viernes por la mañana y por la tarde, y los sábados por la mañana. También ofrecen un servicio de pedidos con entrega a domicilio en la zona céntrica, que los chicos realizan acompañados de padres o voluntarios.

“Este es el primer proyecto de la cooperativa. La meta es muy ambiciosa y soñamos con incluir a más jóvenes con discapacidad. Enseñar y acompañar a los jóvenes en esta nueva etapa de sus vidas. Es una experiencia profundamente transformadora”, expresa Cristina Casivar, mamá de Juan Diego y José, y secretaria de la cooperativa. Ella relata que el impacto es visible cada día: “Se percibe en el interés de los chicos por su vestimenta —remeras, gorras—, en su crecimiento en habilidades sociales como el saludo, el agradecimiento, y en la atención al público. Se sienten parte de algo importante y eso se nota en su mirada, en sus gestos, en su compromiso”

UNA COMUNIDAD UNIDA

La historia de “Santa Josefina” no es la de un emprendimiento comercial común. Es una construcción comunitaria que surge de redes, de afectos, de instituciones que se abren a escuchar y de familias que, ante las dificultades, eligieron organizarse. Desde el primer día, el arzobispo Jorge Lozano apoyó la iniciativa, y el padre José Juan García, miembro de la Comisión de Justicia y Paz, fue clave en cada paso del camino. “Trabajamos con algunas alternativas y llegamos a la conclusión de que lo mejor sería convertirnos en una cooperativa que incluyera a los padres y a los chicos”. Desde el INAES (Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social), les brindaron herramientas legales y administrativas fundamentales: inscripción formal, libros contables aforados (actas, diario, inventario y balance, registro de asociados) y formación básica para constituirse como entidad de la economía social. “Tuvimos charlas y talleres con capacitaciones y un curso adaptado en Manipulación de Alimentos. Participamos también los padres, estudiamos, rendimos y sacamos los carnets habilitantes. Fue un proceso de aprendizaje colectivo que generó una transformación en todos nosotros”, completa. El espacio físico también fue producto de la solidaridad: la Universidad Católica les cedió en comodato un local que estaba en desuso. Fue acondicionado con la ayuda de muchas manos voluntarias y equipado para su funcionamiento. Hoy, ese espacio vibra con la calidez de una comunidad que quiere otra realidad posible. La cooperativa arrancó comercializando productos de panificación elaborados por proveedores externos: pan, medialunas, budines, facturas, pan rallado, tortitas, cremonas y semitas. También ofrecen sándwiches y tortas por encargo. En una segunda etapa, planean incorporar maquinaria propia para producir internamente.

Soñamos con que se sumen más jóvenes con discapacidad. Que esto sea un trabajo como cualquier otro, donde se respete el esfuerzo y se valore la contribución de todos. Y sobre todo, que nuestros hijos puedan tener un futuro autónomo, también cuando nosotros ya no estemos”, reflexiona.

La dimensión humana de esta historia traspasa barreras. No solo por lo que los chicos están logrando, sino por el mensaje que están transmitiendo a la sociedad: con apoyo, inclusión y oportunidades, todos podemos.

“La sociedad está viendo que con esfuerzo, constancia y acompañamiento, los jóvenes pueden lograr grandes cosas. Es más que importante que el Estado exija el cumplimiento del cupo laboral para personas con discapacidad, como establece la ley. En San Juan se ha avanzado, pero aún falta para lograr una Patria que nos incluya a todos, como lo decía el Papa Francisco”, concluye la mamá.

En San Juan, este equipo ya es popular y valorado entre los clientes, que son recibidos siempre con la mejor sonrisa, una gran actitud y mucha responsabilidad.

Nota de CECILIA CORRADETTI publicada por TN Todo Noticias