Cuando los expertos hablan de panes integrales se refieren a aquellos que en su composición no tienen aditivos y donde solo hay harinas integrales de calidad. Estas son aquellas que se elaboran a partir del grano completo. Esta es una cuestión que ya no lleva a confusión tanto como antes de que se aprobara una ley en Mexico, por ejemplo, en relación al pan porque esta solo permite que se etiquete como pan integral a aquel que está hecho con harinas integrales al 100%. Pero dado que antes sí podían autodenominarse así panes que llevaban también harina común, refinadas, es bueno insistir en ello. Por pan blanco entendemos aquellos que están elaborados con harinas refinadas, que pasan por un proceso previo en el cual se separa el salvado del germen del cereal. Esto hace que sean menos saludables que las de grano completo. De entrada, porque tienen una cantidad de fibra natural muy inferior, y también porque son, entre otras cosas, más difíciles de digerir. Además, las harinas integrales sacian más, por lo que ayudan a controlar las cantidades y, aunque no son tan relevantes como otros ingredientes a nivel nutricional, si son más beneficiosas para la salud que las harinas refinadas. Sobre todo por el mencionado aporte de fibra natural.
Dentro de los «panes blancos» hay multitud de variedades que se pueden elaborar con harinas refinadas de distintos cereales. Y ocurre exactamente lo mismo con los panes integrales y las harinas procedentes de grano completo. Lo importante es que sepamos cual es la diferencia esencial entre ambos grupos de panes y que a la hora de elegir pan, sobre todo para consumo diario, prioricemos que esté hecho con ingredientes naturales en su totalidad al precio, que suele ser inferior si su origen es industrial.
No es la única diferencia entre el pan industrial y el blanco la del precio porque, por ejemplo, su masa fermenta menos tiempo y tampoco se respeta el tiempo de reposo que sí tienen los panes llamados artesanales. Esto repercute de manera indudable en la calidad del producto, que eso sí, suele ser más caro por una cuestión obvia: se tarda más en hacerlo y los ingredientes naturales que utiliza son de mayor calidad en la inmensa mayoría de casos.
SOBRE EL PAN DE SALVADO
Pero también es necesario conocer que si bien el salvado es importante para la nutrición, los cardiólogos advierten por el sodio. Una rodaja de pan de salvado tiene hasta tres veces más sodio que una de pan blanco, por lo que recomiendan «no caer en las trampas de las empresas» y aprender a leer las etiquetas de los productos para elegir los más saludables. Descubrir la sal oculta es uno de los principales objetivos que plantean los expertos quienes buscan concientizar a los consumidores mediante la correcta lectura de etiquetas nutricionales, ya que la mayor parte de sodio se ingiere manera «involuntaria» a través de alimentos procesados. Si bien el sodio es necesario para la salud, en la infancia su consumo debe ser proporcional a las necesidades energéticas. La Asociación Norteamericana del Corazón indica un rango que varía de un máximo de 1,5 a 2,3 gramos diarios, dependiendo de la edad. «Existe una relación directa entre la cantidad de sal de la dieta, los valores de presión arterial y las alteraciones de la estructura y función del corazón y las arterias.